
La revuelta de Nápoles contra Felipe IV fue un conflicto ocurrido en el siglo XVII, específicamente en el año 1647, en el Reino de Nápoles, que en aquel entonces formaba parte de la Monarquía Hispánica bajo el reinado de Felipe IV de España. Esta revuelta se enmarca dentro del contexto de las revueltas antiseñoriales que se produjeron en varias regiones de Europa durante el período.
Las causas de la revuelta son múltiples y complejas. En primer lugar, es importante mencionar el descontento generalizado de la población napolitana debido a las altas cargas fiscales impuestas por la Corona española. Además, se suma la corrupción administrativa, que generaba abusos y arbitrariedades por parte de los funcionarios españoles. Estos factores económicos y sociales generaron un caldo de cultivo propicio para el estallido de conflictos.
En segundo lugar, es relevante el elemento político y la influencia de las ideas revolucionarias que se estaban gestando en Europa en ese momento. Cabe destacar que en el año 1640 estalló la Revolución de Cataluña, donde los catalanes se alzaron contra las autoridades españolas. Estos eventos tuvieron un impacto significativo en el Reino de Nápoles, ya que las noticias y los escritos revolucionarios se difundían rápidamente, inspirando a la población a tomar medidas similares.
La revuelta comenzó el 7 de julio de 1647, cuando se produjo una insurrección popular en Nápoles. Los manifestantes, liderados por el pescador Masaniello, se levantaron contra los altos impuestos y la opresión económica que sufrían. La revuelta inicialmente fue espontánea, pero rápidamente se extendió por toda la ciudad y contó con la participación de diversos sectores de la población, incluidos artesanos, campesinos y miembros de la nobleza local.
El principal objetivo de la revuelta era obtener la abolición de los impuestos y la expulsión de los funcionarios españoles corruptos. El movimiento se caracterizó por la violencia hacia los símbolos de la autoridad española, como los palacios y las propiedades de los nobles españoles. Además, se estableció un gobierno provisional encabezado por Masaniello, que tomó medidas para distribuir alimentos a precios justos y garantizar la seguridad en la ciudad.
Sin embargo, la revuelta pronto se tornó más radical y violenta, con saqueos y asesinatos frecuentes. Masaniello murió asesinado el 16 de julio de 1647, lo que generó un vacío de liderazgo en el movimiento y una escalada en la represión por parte de las autoridades españolas. El general español Juan de Austria fue enviado a Nápoles para sofocar la revuelta, utilizando una estrategia militar brutal.
Finalmente, la revuelta fue aplastada en octubre de 1647, cuando las tropas españolas retomaron el control de la ciudad. Las represalias fueron severas, con numerosas ejecuciones y persecuciones de los líderes y participantes de la revuelta. Además, se impusieron nuevas medidas fiscales y se reforzó el dominio español en Nápoles.
La revuelta de Nápoles contra Felipe IV tuvo un impacto significativo en la historia de la región y de la Monarquía Hispánica. A nivel local, generó un sentimiento de resistencia y de orgullo por la lucha contra la opresión española que se mantuvo vigente durante siglos. A nivel internacional, influyó en el desarrollo posterior de las ideas revolucionarias en Europa, sentando un precedente para futuros conflictos y movimientos de liberación.